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Carrito

1. Fue gracias a una profesora, Corina se llamaba. Cuando tenía 6, 7 años, nos mandó la tarea de escribir un cuento. Yo hice uno sobre mi perro de peluche que cobraba vida y charlaba conmigo. No contaba conque nos iba a hacer leer los cuentos al curso entero, así que me puse tímido y ella, que era una especie de doctor House, tomó mi cuaderno, leyó el cuento a todo el mundo, me felicitó por cómo estaba escrito y me riñó por no animarme a leerlo. Creo que ahí empezó el camino a mi primer libro, porque desde entonces que tengo varias novelas comenzadas y no terminadas, hasta que logré terminar una que no publiqué, Mixtape se llamaba, pero sí que la mostré a varias personas. Con eso ya hecho, pensaba y pensaba en escribir una que si pudiera publicar y pasó que una veterinaria irresponsable mató a mi gatita Luna y desconsolado como estaba escribí El camino amarillo de Drogothy en poco más de un mes. Esa ya no quise mostrarla y sobrepensarla, simplemente la publiqué porque había decidido que ya era hora de hacer el gran salto. 

2. Es una cosa bien caótica. Todos los días pienso en cosas que me marcaron, ya sea porque me pasaron, o me las contaron, o las leí en un libro o las vi en una película y empiezo a formar historias en mi cabeza. A veces decido que son cuentos, otras veces decido que son parte de una novela o de una reseña o una crónica y voy escribiendo frases que voy llenando en cuadernos, en archivos digitales, en mi brazo. Y un día me sobrecargo de ideas y frases, así que me siento en la compu y descargo todo, sin pensar mucho, simplemente escribo hasta que siento que el texto tiene forma y ahí empiezo a nutrirlo con esas otras frases sueltas que pongo en cuadernos y archivos digitales, como una suerte de collage, al que voy dando la forma y el sentido que más me gustan. Para entonces ya tengo a los personajes y el principio y final de la trama, a partir de ahí mi cabeza se pierde en imaginarme quiénes son los personajes y jugar a ser Dios mandándoles situaciones e imaginándome cómo reaccionarían ellos según la personalidad que sé que tienen. De todos y cada uno de ellos. Por lo que la historia se va escribiendo sola y yo solo soy una suerte de testigo de lo que ellos hacen. 

3. Pienso que cada libro que saco es mejor que el anterior y la idea es seguir publicándolos porque adoro escribir y me encanta ver que gracias al tiempo, a la experiencia y a mis editores, mi literatura evoluciona. En cuanto a las influencias, creo que los trabajos que he tenido me han ayudado a definir mejor el estilo y las temáticas. Porque de psicólogo pasé a radialista, de radialista a conductor, guionista y productor de televisión, de eso pasé a ser publicista, de ahí periodista y siempre he sido editor. Cada uno de estos trabajos me ayudó a ver diferentes realidades e historias que voy incorporando a lo que escribo y como la mayoría son trabajos de comunicación o que involucran distintos tipos de escritura, también eso ha ayudado a que mi estilo cambie con los años. A eso se añaden nombres importantes como el del escritor boliviano Óscar Martínez, autor de Diez de la mañana de un domingo sin fútbol, que me conoce desde wawa y que ha sido mi docente, así como es y será mi amigo, un gran escritor boliviano que ha leído mis novelas y cuentos en forma de borrador y nunca se ha callado lo bueno ni lo malo. También en esa categoría está Fernanda Verdesoto, quien es siempre mi primera editora, la que me ayuda a aterrizar ciertas cosas que a veces a mí se me escapan. Y para Morbo tengo que decir que una gran influencia, al menos en cómo aprendí a manejar mejor mi estilo de escritura, fueron la escritora Camila Urioste, autora de la novela Soundtrack, y Miguel Vargas, director de Las Mentes Ociosas, quien me enseñó mucho de escritura periodística cuando trabajé en La Razón.  

4.Pésimamente. Más que nada porque soy bien procastinador con todo, excepto con escribir. Entonces muchas veces dejo de lado todo para escribir, porque pasa que también me pierdo haciéndolo. Me quedo horas escribiendo, editando, y cuando no estoy haciendo alguna de esas, estoy haciéndolo en mi cabeza, así que me pierdo del mundo y sacrifico muchas cosas. Hasta que termino y me doy cuenta que he dejado mi mundo en llamas y me dedico a apagar los fuegos. Lo chistoso es que mientras lo hago, igual estoy pendiente de las siguientes ideas y experiencias que me gatillarán al próximo escrito. 

5. Creo que el desafío más grande es el vivir de la escritura en un país como Bolivia, cosa que a fuerza de mucha terquedad yo logro, pero que no es fácil. O sea, incluso ser en general artista en este país es bastante ingrato, aunque sí muy satisfactorio. 

6. Creo que en todas mis novelas siempre hablaré un poco de los problemas con la idiosincrasia boliviana, los varios fomentos y agravantes de la corrupción, la hipocresía de las ideologías, la ceguera del fanatismo, la invisibilización del Otro y la riqueza del mundo interno, de sumergirte sin miedo en tu mundo interior. Uno de los libros que estoy preparando, por ejemplo, habla de una secta religiosa y los distintos tipos de violencia que esta engendra entre sus seguidores.  

7. Todo está conectado. Los personajes que he creado, viven en un solo universo y las cosas que pasan en un libro son hechos en los anteriores y en los siguientes. Lo cual es muy complicado, porque tengo que estar muy en contacto con las cosas que ya dije que sucedieron en este universo y que de alguna forma lejana o cercana podrían afectar al resto de las historias que hago, sin que cada libro sea una precuela o secuela del otro. Veo hacer esto con buenos ojos porque me obliga a no repetirme tanto. Sí trataré las mismas temáticas, pero al menos intentaré no caer en narrar siempre la misma historia. O, bueno, eso espero.  

8. Cuando ya tengo a los personajes formados y la historia en general definida, pongo un título. Uno que resuma, en mi cabeza, el tema central de la obra, o algo que mueva de alguna forma a los personajes. Pero, con el libro ya completo, y después de la primera editada, pienso en otro, o acepto las sugerencias de mis editores. Por ejemplo, Morbo se llamaba Porno, pero hablando con la gente de PARC, se hizo obvio que Morbo era un mejor título. Hayley se llamaba Helene, porque ese es el nombre de la persona que inspiró ese libro sobre el suicidio y El camino amarillo de Drogothy se llamaba Eternidad y silencio, pero alguien me sugirió que era mejor poner un título divertido. Y, bueno, ahora mismo estoy trabajando en una novela que por ahora titula «Idiosincrasia» y quién sabe qué se llame después, y un libro de cuentos que titula «El oído de yeso» y ese quizás se quede así. 

9. Me habría gustado que tanto la periodista Cecilia Lanza, como el periodista Miguel Vargas, hubieran estado ahí conmigo mientras escribía mi primera novela para enseñarme lo que me enseñaron cuando trabajé con ellos. Cecilia me dijo «kill your darlings», insistiendo en que nunca me enamorara de mis textos y siempre pensara que mientras más corto mejor. Y Miguel que me editaba mis artículos de La Razón, siempre con muy buen humor y mucho cariño, pero con observaciones punzantes que concluían en «no des tantas vueltas» ni te detengas tanto solamente en representar ideas, también hay que siempre poner hechos. Así que creo que el consejo que podría dar a un aspirante a escritor es que escriba muchos textos, que tenga a alguien a quien mostrárselos, pero que ese alguien no tenga miedo de hacerlo bolsa y que no se desanime porque no logra lo que quería, sino que más bien siga intentando, siempre buscando hacer algo diferente a lo que hizo previamente. 

10. Creo que la escritura es un proceso intenso y vaciador, así que la edición es ese momento para sacarse la mirada y leer tu obra con otros ojos. Porque la literatura no se trata de tener la razón, sino de transmitir algo. Entonces tu primer borrador puede tener mucho sentido para ti, pero si tu editor no lo entiende, entonces es un mal texto y él o ella está ahí para ayudarte a que sea legible por otros, porque finalmente cuando terminas un libro, este deja de pertenecerte, tú puedes ser su autor, pero el libro ya no es tuyo, es de los y las lectoras. Y si tuviste un buen editor, entonces el libro no será un chiste interno para ti y algunos de tus amigos, sino que será algo donde un montón de personas se puedan encontrar. Un lugar donde encontrarán temáticas que tú ni por asomo habías pensado, pero que sin embargo para ellos están ahí. Y eso es gracias a que renunciaste al narcisismo de solo yo tengo la razón y pudiste compartir el peso de tu obra con tu editor. 

11. Yo diría que de joven me marcaron mucho los cuentos de Julio Cortázar, el Silmarillion y el Señor de los Anillos de JRR Tolkien y los líricos de Cedric Bixler-Zavala, lo cual resultó en el estilo críptico y caótico de mi primera novela. Ya después descubrí a Xavier Velasco con su Puedo explicarlo todo y Diablo Guardián, la saga de libros Canción de Hielo y Fuego de George RR Martin, Estrella Distante, Los Detectives Salvajes y 2666 de Roberto Bolaño y Mandíbula de Mónica Ojeda, que me obligaron a ver la literatura desde cuatro posturas muy diferentes y hasta contrarias entre sí, pero que resultaron en la voz de mi protagonista en la novela Hayley y también en Morbo. Además de la literatura, algo que ha influenciado mucho en mi escritura es aprender a interpretar las películas a partir de los movimientos de cámara, los colores, los ritmos, es casi como leer las películas y amo eso. Ahí puedo mencionar a directores como David Fincher, Martin McDonagh, George Miller, o series como True Detective, Mr Robot, Bojack Horseman, Veep, incluso músicos como Fiona Apple, Radiohead, Bo Burnham, Mars Volta, Arctic Monkeys, Gorillaz, uf, etcétera. 

12. Sí, la hay. De hecho, tenemos a escritores y escritoras geniales, libros poderosísimos, tanto en literatura, como más académicos estudiando la riqueza de nuestra literatura. Obvio, también tenemos autores mediocres que solo critican por criticar y encima plagian cosas, pero incluso ellos son necesarios para ser un buen contraste con autores y estudiosos brillantes como son Wilmer Urrelo, Camila Urioste, Maximiliano Barrientos, Fernanda Verdesoto, Oscar Martínez, Kurmi Soto, Carlao Delgado, Lourdes Reynaga, Willy Camacho, Giovanna Rivero, en fin, muchos y muchas más. Todo eso está bien y existe en todos los países. Creo que el problema en Bolivia es el público. No solo que no hay mucho, sino que este no considera al arte como un rubro que contribuye a la economía y que por ello debe ser bien remunerado, sino también porque el sistema educativo en sí no los forma como público. Incluso para consumir arte hay que formarse un poquito y creo que hace falta que el público en general entienda eso, porque así tendrán más herramientas para disfrutar el arte y sus perspectivas cambiarán. 

13. La verdad es que nunca lo pensé. Tengo varios autores y autoras nacionales que me fascinan, pero nunca he pensado en cómo juega mi obra en la literatura boliviana porque cuando escribo no estoy pensando en ese contexto. Sí pienso en las idiosincrasias del país y del mundo, o en problemas existenciales que se pueden tener las personas aquí y en Filipinas, pero nunca he buscado que mi obra sea identificada como literatura boliviana. Me gusta contar historias y mientras a más lugares pueda llegar con ellas, mejor. Ahora, creo que la perspectiva única que busco aportar es tanto la de aprender a aceptar que el morbo es parte natural y hasta positiva de la vida, así como retratar historias que hagan que quien me lea no solo se cuestione la realidad, sino que también quiera dejar de invisibilizar al otro.

14. Creo que el problema con eso es que no necesariamente tenemos gobernantes y funcionarios públicos que amen leer literatura, lo cual sucede porque ya de por si es complejo y cansador trabajar día a día y en el sistema educativo no nos enseñan a leer por placer sino por obligación y castigo. A eso se añade que el poder es anti intelectual, porque lo intelectual busca cuestionar al poder, criticarlo hasta lo más profundo. Y como quien tiene poder siente que tiene que hablar a un común denominador, nunca lo hará en términos intelectuales. Saltando esa imposibilidad, el día que la lectura sea inculcada como un placer y no una obligación, quizás habrá unos cuantos cambios sociales y políticos en el país que nazcan a partir de la literatura.

15. La Tumba infecunda de René Bascopé es la obra boliviana que más me ha resonado a lo largo de los años. Creo que por las imágenes que crea en esa obra y lo morboso de esa historia, esos tintes irónicos y trágicos con el que este autor se burla de la humanidad de sus personajes.

16. Con los años aprendí, gracias a Óscar Martínez y Fernanda Verdesoto, que hay que leer poesía, sí o sí, porque sin la poesía la escritura que puedas hacer no tiene alma. Entonces es muy importante leer poesía. Ahora, escribirla, creo que todo el mundo puede, pero no todos lo logran. Por ejemplo, para mí, la escritora que mejor hace poesía y narrativa en Bolivia es Iris Kiya, también conocida como Sebastián Melmoth, todos sus textos tienen ese algo poético que todos los escritores sueñan lograr, pero que solo algunos de verdad logran.